A mediados de este año leí un artículo en el suplemento de cultura del diario La Nación que pretendía ser el punto de vista de un cinéfilo común y que contaba qué significaba para él la magia del cine. A través de su relato, plagado de nostalgia, explicaba que gracias al séptimo arte todos hemos aprendido un poco a besar, a que uno siempre lucha hasta el final y que si hay un asesino en la casa es mejor no subir las escaleras. Como idea funcionaba fantástico, pero el problema fue que los ejemplos que planteaba eran de “El acorazado Potemkim”, “La naranja mecánica” y “Nosferatu” y mientras seguía leyendo lo que parecía ser un listado para una clase de historia del cine, empecé a preguntarme dónde quedó esa idea del “cinéfilo común”; no pude evitar preguntarme dónde habían quedado Star Wars, Jurasic Park o Volver al futuro, películas que han significado un antes y un después y que no hay cinéfilo sobre la faz de la Tierra que sea inmune a sus encantos.
La idea de este blog es pecar de soberbia, como si realmente supiera hablar tanto del llamado cine arte como de los blockbusters, redactando artículos sobre los temas que creo interesantes sobre los films que estén por salir, los clásicos, lo tecnológico y todo lo que conlleva una producción semejante ya sea nacional como internacional.
¿Por qué me gustan tanto las películas? Por la misma razón por la que amo los libros, porque cuando apago la tele o salgo del cine o cierro el último tomo, siento un poco de nostalgia por los personajes de los que me despido y me alegra saber que la próxima vez que los vea ellos van a seguir siendo iguales. Amo el cine porque estoy enamorada de las historias inmortales.
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