Recuerdo que vi esta peli porque era el momento en el que descubrí a Daniel Day-Lewis (sí, ya sé que el mundo lo había descubierto antes, pero cada uno tiene el momento en el que se encuentra con lo que le gusta) y la vi por haber sido su primer Óscar. Cuando me encontré cara a cara con esta historia sensible e íntima, entendí mucha de la magia que mantuvo esta dupla de actor y director.
Ésta es la historia de Christy Brown, un poeta y pinto que nació con una parálisis cerebral. Nació en una familia irlandesa extremadamente pobre y pudiendo solo mover su pie izquierdo. Pero frente a todas estas adversidades, Christy de todas maneras puede participar en los juegos con los niños del barrio, se enamora y mediante su talento con la única extremidad que puede dominar, ayuda a su familia económicamente.
Es una película llena de situaciones que te ponen la piel de gallina porque en vez de tratarse de la discriminación o de todo lo que sufrió, apunta a lo que logró, a las veces que salió herido pero que fue amado, a las rachas buenas y malas y que no apunta al golpe bajo sensibilero, si no a un retrato de alguien que por más imposibilitado que estuviera, tenía hambre por vivir.
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