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viernes, 5 de agosto de 2011

El color púrpura, de Steven Spielberg



Esta película es conocida además de por su peso propio, por haber sido la más nominada que no ganó nada. A veces nos olvidamos de que en una industria que tiene una producción de a miles de films por año, elegir sólo a cinco ya es un reconocimiento importante. Pero todos queríamos un Óscar para Steven, ya que fue el director que nos enseño a volar en bicicleta, a correr de bolas gigantes y a pensar que Ralph Fiennes siempre va a tener cara de malo (nosotros lo aprendimos con “La lista de Schindler”, los que vienen lo aprendieron con “Harry Potter”).

“El color púrpura” es una de las pocas cintas de este director que son en el pasado. No porque no le gusten las ambientaciones, si no porque creo que disfruta de viajar por su realidad y encontrar nuevas historias a lo que está viendo. En el sur de Estados Unidos se va tejiendo este melodrama que uno disfruta durante todo su desarrollo y se desmorona sólo al final.


Suelo escuchar que la gente cataloga a esta película como un melodrama racial, pero la verdad es que intenta pintar un rol y un espacio femenino de relegarse a las sombras de unos pantalones siendo una magnolia de acero. Éste rol estuvo a cargo de Whoopi Goldberg que está tan bien dirigida que no se ríe hasta que es el momento exacto, hasta que hay una mezcla de dulzura y resignación.

La historia muestra una realidad, pinta una diferencia importante pero su heroína que cree ser digna del castigo y, por ende, su espíritu lo soporta, va encontrando la forma de salir adelante amén de la realidad que le ha tocado vivir. Será ella la que se destaque como su propia jueza y que, al final del día, demuestra que uno no necesita laureles para sobrevivir a algo. Su heroísmo es silencioso y humilde, como la cámara que la persigue.


Además de los soberbios diseños de vestuario y de una cuidada ambientación, la paleta de colores utilizada es para tener en cuenta ya que terminan siendo un festival de colores frente al espectador que chocan con este cuento que poco tiene de feliz. Da como un entorno cálido que resalta la presencia y esencia femeninas y deja al espectador que viaje por esas calles sin juzgar, pero siendo testigo.

Mención especial debe hacerse a la banda sonora de Quincy Jones. Impecable y nostálgica. Ideal para esta historia de amor, de supervivencia y de los roles más importantes que cumple una mujer en su vida: de respeto a los padres, respeto al marido sea quien sea, de amor a sus hijos y cuidado a ellos y el lazo inquebrantable con las hermanas.

1 comentario:

  1. Yo creo que algún Oscar se podría haber merecido, quizás no uno de "los grandes", pero uno aunque fuese.

    yo tampoco la considero una historia racial, que esté protagonizada por gente de color y dirigida por un blanco, no significa que sea racial :D

    Un saludo Patricia

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