Basada en la novela homónima (que es muy olvidable, dicho
sea de paso) Clint Eastwood nos lleva a este íntimo mundo en lo más olvidado de
Iowa.
Cuando toda su familia se va a una feria, Francesca se
queda sola en la granja familiar, dispuesta a repartir esos cuatro días en su
rutina diaria y unos pocos momentos de libertad absoluta, de escuchar la música
que ama, de leer los libros atrasados y de volver a sentirse a gusto con ella. No
es que sea infeliz, es que se encuentra en un punto en el que no sabe a dónde
quedó lo que ella juraba que iba a ser.
Envuelta en el polvo y el verano, a la vera del camino
que lleva a los Puentes del condado de Madison, ella ve pasar su vida a
mediados de los 50s o 60s.
En medio de todo esto llega un hombre intenso, que ella
no vio nunca, que le jura que a través de su cámara puede ver el mundo sin
decirle una palabra. Un fotógrafo de National Geographic que debe retratar los
puentes y la capta a ella. Hay un roce que sugiere algo, un cruce de miradas y
nada más. Porque de esos detalles se construye el mundo femenino.
Con una fotografía impecable, las idas y vueltas
temporales en las que una mujer se descubre a sí misma y los hijos la descubren
mucho tiempo después, cuando ya la han perdido y la música nos lleva a ese
espacio en el que todo es sostenido por Francesca, que sin ella nunca habría
pan en la mesa, ni flores en la ventana, descubrimos quién era ella y por qué
la amaron tanto.
¿Qué es lo que hace a una mujer buena madre, buena
esposa, buena mujer? Nadie podría entenderlo y nadie lo ve, hasta que post
mórtem alguien es invitado a leer sus diarios.
Una sutil y perfecta Meryl Streep y un siempre duro Clint
Eastwood sacan chispas de encanto en pantalla. Tanto, que hasta nos olvidamos
de que los que interpretan a los hijos son de madera.
Una película increíble, en la que se ve que Clint también tiene su corazoncito xD
ResponderEliminarNo todo son armas y sol de frente, parece! jaja
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