Si bien este film no estaba originalmente en “Mi Top 100”,
cuando hice el estudio sobre Nolan como Grande del Cine volví a verla y me
encontré con un thriller brillante, de manera que sacó a otra de la lista.
Por un lado tenemos a un personaje que ha tenido un golpe
en la cabeza en un momento traumático de su vida en el que violaban y
asesinaban a su mujer razón por la cual no puede crear nuevos recuerdos. De esta
manera, su vida se ha convertido en una búsqueda por el responsable de haberle
robado la posibilidad de seguir adelante.
Para hacer esta búsqueda posible y el resto de su vida, tiene
una disciplina importante para seguir una rutina. Confía sólo en su letra, se
deja notas y fotos instantáneas tipo polaroid con inscripciones de quiénes son
éstas personas y de qué debe pensar de ellas. Además, tiene el cuerpo tatuado
con recordatorios sobre los aspectos del caso que no debe olvidar y notas que
incluyen mensajes como “afeitarse el muslo izquierdo” para que el tatuaje sea legible.
Hay escenas en blanco y negro que son las que demuestran
los aspectos más psicológicos del personaje, en la que las reconstrucciones y
los recuerdos se mezclan con momentos de catarsis del personaje. Por momentos
usa una narración en off y por otros momentos sólo habla por teléfono con
alguien desnudando su alma.
Con saltos temporales, flashbacks y toda la carne al
asador, Nolan crea una estructura en espiral en la que el espectador va
descubriendo cosas a partir del personaje principal y luego empieza a
desprenderse de él ya que ata los cabos de algo que Leonard no puede. También lo
hace posible el hecho de que se muestra la consecuencia antes de la causa.
Las elecciones son buenas en cuanto a estética y escenarios
pero es la velocidad del relato, de cómo muestran la “condición” de Leonard y
la brillante actuación de Guy Pearce lo que hace que sea tan enorme como es.
Mírenla y recuerden a Sammy Jarkis.
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