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lunes, 10 de octubre de 2011

"Los Grandes del Cine": Décimo tercera entrega Anthony Minghella



Tardé mucho en decidirme a hacer esta entrega. Si miran las anteriores, pocas veces considero a un director que ya no esté entre nosotros porque me gusta pensar siempre que lo mejor está por venir y que podemos encontrar momentos de genialidad en el cine actual tanto como en el pasado. De alguna manera, si alguien llama genio a Hitchcock a nadie le sorprende, pero llamar genio a Joe Wrigth parece más arriesgado. 


Minghella es el autor de mi film favorito y desde ahí he seguido cada una de sus historias tanto en imágenes como en letras. Entre otras cosas también dirigió la Ópera Madame Buterfly en Nueva York y Londres y en el 2005 dirigió la campaña de Tony Blair. 

Oriundo del Reino Unido, empezó su carrera en la BBC, escribiendo y dirigiendo para cine en 1980. Sería una década más tarde cuando tendría su primer film taquillero “Truly, madly, deeply”. 

El film fue contemporáneo a Ghost y fue escrita por Minghella. Contaba la historia de una pareja (Alan Rickman y Juliet Stevenson) en la que él muere y su fantasma se encarga de que ella salga adelante. 

Es una película sensible, con un sentido del humor sumamente británico. No tiene grandes ínfulas y funciona muy bien: no pretende ser la película más romántica del siglo, ni la mejor comedia, sino una historia sensible sobre la pérdida y el amor. 

Creo que el golpe de gracia lo da el enfoque: más bien habla de la relación de ellos, por momentos idílica, por momentos no tanto, más que en el estereotipo del fantasma romántico y etéreo que nos ha vendido Hollywood. Sin dejar de lado que la aparición es uno de mis favoritos: el gruñón de Rickman. 

En 1993 se estrenaría “Un marido para mi mujer”, su primera película en las colinas de Hollywood. Con un reparto interesante, el film no llega a cumplir mucho. Es bastante predecible y se centra en la idea del amor perdido, de la carga del fracaso en una relación y que, inevitablemente, se recupera muy rápido. 

Parecería que entró con el pie izquierdo, pero cuando se enfrascó en la adaptación de la novela de Michael Ondaataje “El Paciente Inglés”, dio luz a una de mis cintas favoritas y el dibujo de una historia mágica. 

Cualquiera que haya disfrutado el libro no habrá disfrutado la película y viceversa. Siempre digo que tiene lógica porque la adaptación es más que la ilustración de la novela, sino que es una interpretación de la historia. Minghella acá tomó una parte mínima de esta novela mosaico y respetó, por un lado la idea lírica en la narración y sensorial y, por otro, la combinación de historias que están atadas unas a otras por más que se den en contextos y tiempos diferentes. 

La historia empieza con un pincel que empieza a dibujar pinturas rupestres que se transforman en las sombras de las dunas en el desierto. Un avión es derribado y se quema. 

Una tribu salvan lo que queda de un cuerpo: es un hombre quemado que cuando lo toman los servicios de la cruz roja, es catalogado como inglés ya que clama no recordar quién ni de dónde era. 

El tiempo pasa y, como siempre en la guerra, la muerte parece rondar a los personajes y aquí el paciente quemado parece ser parte de los fantasmas. 

Mantiene dos historias paralelas que están unidas por el misterioso personaje, que están lastimados por la guerra y que tiene momentos de profunda esperanza rodeada de tanto gris. 

Está estructurada en flashbacks, hay elipsis narrativa pero no ruptura del orden cronológico porque dentro de los flashbacks, los relatos son lineales. 

Los escenarios juegan un papel importantísimo en cuanto ayudan a la simbología siempre presente a modo de presagio en los relatos del director y por otro para conservar el espacio lírico y artístico que tiene la novela. Así vemos frescos de Piero della Francesca, alumbrados con bengalas, escuchamos fragmentos de un concierto en un piano tumbado que “sólo te mantiene a salvo si tocás Bach” y escalones que se llenan con libros y los libros que ilustran recuerdos. 

La morfina aparece como otro elemento importante ya que es lo que le permite al paciente viajar, encontrarse con Katharine, irse hasta el desierto. La verdad es que la realidad, el recuerdo, la nostalgia y el delirio se juntan creando ésta historia con grandes aires de melodrama clásico hollywoodense y con una dirección de arte mágica. 

En 1999 se estrenaría “El talentoso Mr Ripley”. Con una fotografía que parece idílica entre el mar y la buena vida, un joven presenta una lucha interna que el espectador va percibiendo a través de los sonidos agudos, los cuadros extraños, cortados en determinador momentos y el quiebre que empieza a verse. Si hay algo que hay que reconocerle, es que no cae en lo obvio para presentar a una enfermedad muy filmada. 

Tom Ripley es uno de los personajes de la literatura más llamativos ya que termina siendo excesivamente resbaladizo y en ésta idea de encargo parece coquetear con el estilo de vida que le gustaría tener y a lo que le gustaría aspirar. Presentándolo como un perdedor que tiene una gran capacidad para imitar, vamos siendo testigos de un drama pintado como un thriller. 

En una Europa luminosa, que apoya la idea del engaño, somos testigos de cómo la historia se cierra contra el personaje. Otro gran acierto del relato: el relato ni lo ensalza ni lo juzga, dejando que el espectador se encariñe con él o lo odie definitivamente. 

En el 2003 llegaría “Regreso a Cold Mountain” como otra obra que intentaba demostrar en antes y después de la Guerra de Secesión, apelando a una preciosa niña mimada, que queda huérfana e inútil, enamorada platónicamente de un hombre al que apenas vio y que ambos se enfrentarán a la crueldad del invierno, la muerte y el miedo, manteniendo la esperanza de un reencuentro. 

Claro que es romántica, pero el romance se potencia por la ausencia e idealización más que por una concreción y ése me parece uno de los rasgos más destacables de sus planteos amorosos: la utilización de elipsis mostrando que la intimidad se da amén del sexo y que el deseo puede perpetuarse durante todo el relato. 

Pintada con unas tonalidades grises, los momentos felices siguen pintándose como parte de una agónica espera para los protagonistas separados. No les quedan más que pequeños recuerdos de momentos compartidos, de miradas y de una foto ajada y distante que poco se parece al ser que repasa. 

En el 2006 se estrenaría “Breaking and Entering”. Otra vez con Juliette Binoche y Jude Law entre el casting volvería Minghella a hacer un guión propio. Muchos le criticaron que se tratara de algo banal…si bien no lo comparto, entiendo que eso es personal. 

La historia presenta a un arquitecto que tiene una relación distante con su mujer, que no puede dormir por las noches y que su oficina es asaltada por la mujer de su amante sin que él sepa esto. 

Así su idea maniqueísta de Londres tiene que venirse abajo ya que no es algo ni que sigue el mismo estilo, ni que tiene las mismas raíces: es un resultado multicultural y de diferentes sabores. 

La idea del guión y del film es la de encerrar al personaje en una habitación consigo mismo, frente a un espejo. Tiene que ser testigo de sí mismo, de su naturaleza y alcances. 

Además de esto, ha sido el guionista (y planeaba dirigirla, pero murió antes) del segmento de “New York I love you” en el que actúan una exquisita Julie Christie y un correcto (mucho más de lo que lo vi en cualquier otro papel) Shia LaBeouf. 

Cuenta la historia de una ex soprano lírica que va a su hotel favorito de Manhattan donde se siente un alma desdichada y olvidada del mundo. Hay un elemento etéreo y casi virginal en que ella se vista de blanco, esté descalza y camine con las lavandas en mano hacia la ventana. 

El personaje de Jacob hace un espejo de su alma, se comparten en la miseria y nostalgia en esa mínima habitación. ¿Qué es cierto y qué no en un momento en el que se piensa abandonar el mundo? Lejos, de mis segmentos favoritos de esa entrega. 

Shekhar Kapur, quien finalmente dirigió el corto, expresó su interés en participar por la idea de abandoner la estructura de los largometrajes en las que uno está obligado a empezar y terminar algo, y que en ese sentido, el cortometraje es mucho más libre. Me pareció un enfoque interesante… 

Lo último que encontrarán con su nombre fue la genial idea pésimamente ejecutada de “Nine” en la que se retoma el personaje creado por Fellini, Guido Contini, y la influencia de las mujeres que lo han amado y formado. Si bien se ve la intención tan italiana de mantener al niño caprichoso y juguetón que coquetea con el amor, la fidelidad y todos los santos, buscando esa mujer tan apasionada que lo haga conectarse con la vida de una manera intensa y definitiva. 

Ojalá alguien más competente retome la idea y le haga justicia a Anthony… 

Características 

  • Hay un elemento de muerte constante que hace frágiles las situaciones entre personajes. 
  • La fotografía acentúa el estado de ánimo del personaje: tenemos una Europa idílica que es tan fantástica como lo que va a hacer el personaje. Un desierto inmenso en el que pueden esconderse Álmasy y K. una habitación de hotel que es más fría y espectral que cualquier otro escenario. 
  • Se hace mucho énfasis en la humanidad de los personajes. No se busca juzgar las acciones, si no mostrarlas. 
  • Tiene un dejo al cine clásico en su estructura: siempre hay un tercio del film que es introducción, los 15 minutos finales son el desenlace y lo del medio puede eliminarse permitiendo comprender el relato. Responde a varios de sus estereotipos y suele tener como foco a un triángulo amoroso (casi siempre heterosexual, excepto en el caso de Ripley). 
  • Visión romántica del amor en el que hay un elemento trágico 
  • Carga simbólica como presagio: los cuervos en Cold Mountain, la estatua donde se esconde la bomba que mata a Hardy, el piano que se piensa que va a explotar cuando están tocándolo en el monasterio, etc.


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