El cine es un espacio de identificación, de educación, de industria y de arte. Y todo eso, está dentro de este blog.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

La Rosa Púrpura del Cairo, de Woody Allen (Por Carolina HG*)



La peli transcurre durante la década del ´30 en Estados Unidos, en la época de la Gran Depresión. En pocas palabras, el film trata de una mujer que intenta mitigar sus faltas afectivas y materiales yendo al cine. En una determinada oportunidad, uno de los personajes de la peli que está viendo y que ya vio cinco veces, sale de la pantalla y entabla una relación con ella.

Lo que más me gustó de La Rosa Púrpura del Cairo fue la puesta en escena de una fantasía que, aunque sea en nuestra infancia, todos hemos tenido: que un personaje se vuelva realidad o, en su defecto, pasar a formar parte nosotros de una película que nos apasiona. Fue una fantasía recurrente durante toda mi infancia, quizá por eso siempre sentí que Cecilia, el personaje de MiaFarrow, era yo. Con sus diferencias pero era yo.

Siempre recuerdo esta película. La vi por primera vez hace varios años. Fui con mi familia al cine y encontré la historia que hablaba de mí. “Yo soy Cecilia”, pensé, “soy a la que hay que tocar suavemente en el brazo para sacarla del trance fílmico y decirle "terminó la peli, ¿nos vamos?". Y recordé.

Mi primer gran amor artístico fue Tino de Los Parchís. Me tenía loca, lo amaba profundamente. Los dos éramos de Aries, como si nadie más en el Universo fuera de ese signo; él era la ficha roja, mi color preferido y así un sinfín de coincidencias que si uno las analizaba eran con él y con diez millones de personas más. Pero qué importaba.

La inmensa paciencia y generosidad de mis padres hicieron que yo me pudiera vestir siempre de rojo, tuviera todos sus discos y, cómo no, viera todas y varias veces cada una de sus películas. No eran precisamente glorias del 7° arte pero qué importancia tiene: la fantasía, el deseo, la imaginación son infinitos y toman la forma que uno quiere.



Quizá La Rosa Púrpura del Cairo tampoco se ganaría un imaginario Oscar pero a Cecilia le alcanza, porque llena huecos de esa vida gris y austera con ganas de ser otra vida, una vida a color. Esas ganas las satisface con el cine.


Cecilia me gusta. Transmite calidez e intenta, siempre intenta recomenzar pero se asusta. Junta su ropa, arma su valija y sale al mundo, con la esperanza de tener una vida mejor, porque sabe que puede tener una vida mejor. Y algo del mundo la detiene, la asusta y vuelta a lo malo pero conocido. Vuelta a un marido irrespetuoso, mediocre, jugador, golpeador, que se justifica diciendo “con alguien debo desquitarme” o mejor aún “te pego cuando lo mereces y nunca te pego sin avisarte”, que la define como su bola y su cadena pero que dice estar loco por ella. El universal y lamentablemente conocido discurso del hombre golpeador, pero que actúa como un oráculo: “vas a regresar” insiste y Cecilia, por los motivos que sea, le da la razón y siempre regresa, alimentando a la bestia y fortaleciendo su discurso. En el fondo, creo que sin ella está perdido. Interpretado por Danny Aiello y ubicado en el imaginario del hombre de la casa, sólo puede a los golpes hacerse un lugar frente a una mujer aparentemente frágil pero que lleva los pantalones bien puestos.


Cecilia es una soñadora. Una soñadora que encuentra en el cine su refugio. El cine es su lugar en el mundo. El lugar que le roba sonrisas y le despierta aquellas pasiones que quisiera tener en la vida real. El cine es el lugar de sus deseos. Y tanto desea y vive esas historias que la realidad y la ficción se entremezclan. Y a fuerza de desear consigue lo imposible: que un personaje salte de la pantalla y le declare su amor. Pero ¿qué personaje? Ni siquiera es el protagonista. Y es lógico que así sea, Cecilia no necesita al protagonista, necesita los valores de ese personaje que intenta ser un hombre de carne y hueso. Porque ese personaje es todo lo que ella sueña: educado, valiente, amoroso, afectuoso, generoso, completa todos los casilleros de lo que un hombre debería ser según la mirada de Cecilia. Y aquí llegamos al conflicto: Tom Baxter es perfecto, no tiene defectos pero, o mejor dicho porque no es un hombre, es una fantasía. Y Cecilia lo sabe.


Mientras tanto el mundo de la ficción enloquece, la trama queda en suspenso, los personajes se rebelan contra sus propios guiones y aparecen sus verdaderas personalidades, si es que eso fuera posible. Y junto a esto, surge con todo su esplendor el mundo hollywoodense del cine: productores, guionistas, abogados y actores intentando entender cómo resultó físicamente posible que un personaje escapara de la pantalla.


Volviendo a Cecilia, la realidad parece volverse definitivamente a su favor con Gil Shepherd, un actor en ascenso y creador del personaje que la fascina, un hombre de verdad que aparenta reunir las mismas cualidades de su personaje. ¿Será posible? Parece que no.


Gil Shepherd sabe qué decirle y cómo usar esas palabras que tanto le hace falta escuchar a Cecilia. Le insiste que se quede con él, que Tom Baxter es un personaje, una creación suya, que si quiere felicidad él es la persona indicada y fundamentalmente es de carne y hueso. Esto se ve perfectamente retratado casi al final de la película cuando ambos, interpretados por Jeff Daniels, se disputan su amor: Tom se define como honesto, valiente, responsable, romántico y besa muy bien, Gil sencillamente se define como real.


Y Cecilia, soñadora, necesitada de calidez, rodeada de falta de humanidad, sin trabajo, sin dinero pero siempre con la perspectiva de llevar una vida mejor, elige al hombre, a Gil Shepherd, porque entiende que la fantasía llamada Tom Baxter tiene un límite a pesar de todo, que si quiere cambiar su vida debe hacerlo con un hombre real y no con un hombre soñado.


Pero ese hombre real, de carne y hueso, que sabe cómo usar esas palabras tan necesitadas por ella la defrauda y desaparece, quedando con su valija preparada y su ukelele, lazo que la unía directamente a Gil.


Nuevamente en el cine del pueblo, otra peli maravillosa se proyecta: Top Hat. Fred Astaire, Ginger Rogers y su dancing cheek to cheek. No sabemos si Fred se enamora de Cecilia o si se vuelven íntimas amigas con Ginger pero sí sabemos que una leve sonrisa va asomando de a poquito y una mirada de fascinación recién nacida dan comienzo a un nuevo ciclo de fantasías y sueños qué quizá algún dia se parezcan a la realidad tan deseada por Cecilia.


En La Rosa Púrpura del Cairo Woody Allen nos regala una mirada posible de la relación entre ficción y realidad y nos habilita a refugiarnos en la ficción cuando la realidad es muy cruenta.

* Carolina es psicóloga, química, madre full time y una de mis favoritas en el twitter. Además, escribe una columna en el blog Mr Kaplan, y escribe muy bien. Siempre me gustó esa forma que tiene de escribir que genera empatía del otro lado, que es como si estuviera respirando el papel.

Cuando la invité a participar, le dio un poco de miedo porque me decía “yo no estudié cine ni sé nada teórico. Soy cinéfila y punto” pero le pasa lo mismo que a muchos otros que se subestiman en sus roles de espectadores. Siendo la mujer intuitiva y sensible que es, claro que sus reseñas son interesantes. Ésta es sólo una prueba.

La verdad, es que esta chica fue uno de los hallazgos de este año. Si quieren leerla, pueden hacerlo en las "miradas de Caro" Ir a las Miradas de Caro



7 comentarios:

  1. Muy buena síntesis!
    No soy muy fan de las pelis de Woody Allen...sólo esta y la recién estrenada Medianoche en Paris me han "partido" la cabeza (tal vez no sea casualidad que me gusten esas dos, las dos que mas claramente plantean la ruptura de límites entre realidad y ficción...quién pudiera!)
    La crónica realmente captura la esencia de la película, podría decir que leyéndola se respira el film... me encantó!

    ResponderEliminar
  2. Gracias por tu comentario, Christian! La verdad es que, como dije arriba, lo que me gusta e la forma de escribir de Caro es lo intimista que es. Siempre parece que alguien vive del otro lado, como si te estuviera hablando.
    Habiendo dicho esto, yo tampoco soy gran fan de Allen, de hecho, varias de sus películas "me sobran" pero las que me gustan, me gustan mucho. Es un director con films muy personales, a lo mejor por eso o lo amás o lo odiás. Podemos estar de acuerdo, también, en que su época dorada se terminó en los 80s...pero son gustos.

    Un saludo enorme y gracias por comentar!

    ResponderEliminar
  3. Genial comentario sobre esta gran (otra más) película del genio Allen. No cambies Caro, sigue siendo esa mujer soñadora, mágica, imaginativa... Esa Cecilia. Porque en el mundo no abunda la gente así y son bien necesarias!
    Y que viva el mago Woody Allen!

    ResponderEliminar
  4. La verdad me sorprende cada día poder entrar en el corazón de los cinéfilos que van desfilando por este espacio. Vi muchas veces esta película y creo que refleja muy bien la magia que produce el cine en muchos de nosotros. Caro, haces una sutil lectura de la psicología de Cecilia que me atrapó. Gran post, felicitaciones! Esto es, un festival de cine al alcance de tu mano. Tener tanto para volver a ver, lleno de nuevas impresiones...

    ResponderEliminar
  5. Me gusta Allen, pero mas allá de eso, creo que lo que Caro nos cuenta nos invita a ver una peli que no ví y nos seduce desde su mirada a compartir lo que ella vió en una película en la que seguramente muchos vieron sin mirar.
    Yo no la ví y ya mismo quiero hacerlo, porque también soy "Cecilia", porque soy de las que que pienso que si no te CREES la película es mejor no verla, porque me encantan las películas de las que me siento parte, esas que cuando terminan me destrozan el corazón porque quería seguir en ese mundo. Soy de las que hacen duelo de las películas y a los que nos pasa eso entendemos de lo que habla Caro, entendemos que a veces necesitamos "escaparnos" a una historia que no es la nuestra para fantasear con otra, que puede ser mejor o peor, pero que es otra y nos descansa de la nuestra.
    Además Caro es mi amiga, la adoro y la admiro.
    Quiero ver la Rosa Púrpura del Cairo, ya mismo! Gracias por contagiarme las ganas.
    @anieri10

    ResponderEliminar
  6. Hola, Ani? (perdón pero no sé tu nombre). Creo que siempre hay dos films: el que se proyecta y el que uno ve, pasa que si encima te lo cuentan tan bien como Caro, parece que hay algo que te perdiste, algo que vale la pena ver de nuevo.
    Mi "problema" con Allen es que creo que hay una diferencia entre el estilo de filmar y en encontrar una "zona cómoda". Creo que muchas veces abusa de cierto tipo de personajes o de diálogos porque es lo que sabe que surte efecto. Sé que a mucha gente le gusta y lo respeto, pero no logra convencerme. Habiendo dicho eso: esta película tiene mucho encanto y otra cosa importante es que Allen es un gran director de actores, si no ¿Cómo le sacarías tanta gracia a Mia Farrow? Porque la he visto actuar en otras cosas y ese aura cuasi de Alien que tiene todo el tiempo y lo sobreactuada que es (basta recordarla en el Gran Gatsby o en el Bebé de Rosemary por más que las películas sean buenas) nunca pensé que me iba a poder transmitir tanto. Me parece que es uno de los grandes méritos de Woody.
    Respecto a lo de la válvula de escape: dicen que etimológicamente la palabra adicción es aquel que no puede expresarse. Si uno posee la capacidad de hacerse entender a través de un arte, no caerá en la idea de adicción. Yo creo que uno se vuelve adicto también a las expresiones de otro, mitad para huir de su realidad por un rato y mitad para no sentirse siempre solo en la búsqueda.

    Gracias por tu comentario y gracias de nuevo a Caro por escribir esta nota

    ResponderEliminar