Estas líneas que
escribo son para darle justicia a una película que de alguna manera está siendo
tenida en cuenta como un “nuevo clásico” del cine contemporáneo. A pesar de que
uno escucha qué película es un clásico o cuál no lo es, en realidad, yo lo tomo
por el lado más chabacano de la palabra. Rushmore
es un clásico para mí porque no puede faltar en ninguna colección o no me canso
de verla. Eso, a mi criterio, entra en mi propia categoría de “películas
clásicas”.
Wes Anderson en
dirección y coguionista junto a Owen Wilson (por extraño que suene, Owen no
actúa en la película, y sacando ésta, participó en todas las películas de
Anderson) nos traen una historia que tiene algo de iniciación hacia la madurez,
la crisis de mediana edad, el duelo, las primeras experiencias románticas. En
fin, un conjunto de experiencias y situaciones que más de uno se sentirá
identificado. Con esta película, segundo opus detrás de Bottle Rocket, Wes Anderson confirmaba el rótulo de “promesa” como
nuevo director, y que luego reafirmaría ésta situación con la no menos mayor Los Excéntricos Tenenbaums, con la cual
nos planteaba una nueva forma de hacer cine mediante una comedia agridulce,
sensible, dramática, que sería un modelo a seguir en el cine norteamericano en
la década del 2000 hasta ahora.
Qué decir del
argumento: un joven de 15 años de clase media baja e hijo de un barbero llamado
Max Fischer (un brillante Jason Schwartzman debutando en un rol protagónico)
asiste a la escuela privada Rushmore. En ella, no se destaca por ser un genio,
nerd o geek, si no porque es amigo de todos, de los docentes, autoridades
máximas de la escuela, el personal no docente inclusive. Hasta, incluso, de sus
compañeros. ¿Cómo lo logra? Mediante una incontable cantidad de actividades
extracurriculares, como ser el presidente del club de francés, el director
técnico del club de lacrosse, el capitán del equipo de debate, director del
coro, presidente de los apicultores de Rushmore, fundador del club de tiro de
la escuela, entre tantas otras desopilantes actividades que él decide crear
para alimentar y dejar todo por la escuela a la que asiste. En su escuela,
conocerá a un “Padrino” académico, un millonario que brinda charlas y brinda
donaciones monetarias a la institución. Este hombre es Herman Blume (Bill
Murray, haciéndose armas en su nuevo perfil de hombre
serio-sensible-inexpresivo-bonachón que tendrá su ápice en Perdidos en Tokio), el cual es un hombre casado y con dos hijos
gemelos, y mientras la película avanza, vamos descubriendo a este enorme
personaje secundario: por qué vive amargado, por qué ya no ama a su esposa, el
por qué el odio hacia sus hijos. Esto lo
vemos plasmado en una escena memorable en la cual es el cumpleaños de sus dos
hijos, y mientras su mujer coquetea con un hombre, Herman se entretiene tirando
pelotas de golf a la piscina de su mansión. De repente, se dirige hacia el
trampolín con un vaso de whisky. Luego de hacer fondo blanco con el mismo, y
con un cigarrillo en la boca, procede a observar todo el cumpleaños desde la
altura. Toda la gente lo mira. Y él decide tirarse al agua, y quedar en la
profundidad de la piscina unos segundos, tal vez minutos. Ahí nos damos cuenta
de su miserable vida. Y nos damos cuenta también del manejo de Anderson para
desarrollar sus personajes. La importancia que tiene en sus películas. Y los
entendemos, sufrimos con ellos, nos alegramos, nos divertimos. Nos pasa también
cuando vemos por qué Max decide mentirle a todas las personas que conoce
diciendo que su padre es neurocirujano, el por qué de su romance juvenil con la
protagonista femenina: Rosemary Cruz (Olivia Williams), maestra de primer grado
de Rushmore, de la cual Max queda profundamente flechado, al ver una cita de
Jaques Cousteau en un libro de la biblioteca escrita por ella. Y nos resulta
creíble lo que puede llegar a hacer un ser humano por amor. En este caso, un
adolescente. ¿Y es que el amor, o lo que él cree que es amor, no es hacer lo
imposible por ganarse a la persona que ama? ¿Y qué tal cuando ya consolidada la
amistad entre Max y Blume, y los sentimientos hacia Rosemary se mezclan, y se
debaten los principios de la amistad entre un joven y un adulto? El guión, las
actuaciones, la dirección… todo funciona como un reloj suizo.
¿La banda sonora?
Una constante en el cine de Anderson. Scorsese dijo que era su posible sucesor.
Calculo que por la elección de los Rolling Stones en Rushmore y en toda su
filmografía, tal vez un guiño hacia el director de Taxi Driver y Toro Salvaje.
En ésta, como en el resto, se destaca la inclusión de The Kinks, John Lennon,
Cat Stevens, The Faces, como también la composición original de Mark
Mothersbaugh, integrante del grupo ochentoso Devo, y que participaría en las
dos siguientes películas de Anderson.
Y con todo esto
metido dentro del horno, solo falta nombrar una cosa: la influencia de J.D.
Salinger en el cine de Anderson. Se nota más que nada en Los Excéntricos
Tenenbaums (¿Cuántos los asociaron con la familia Glass?) y Wes es un devoto
del que fue, en vida, un recluso a escribir luego de obras cumbres como El Cazador Oculto o Levantad, Carpinteros, la viga del tejado. Esto se nota a
sobremanera en el personaje de Max Fischer, una especie de Holden Caufield
harto de la clase alta, los ricos, de la cual convive en la escuela, pero que
en el fondo se quiere diferenciar de ellos.
Cocinar a fuego
lento. Esta película se deja ver y querer. Y pensar que fue estrenada en el año
1998 y recién ahora se está ganando el lugar que merece. Recomendada para los
fanáticos de Anderson que no la vieron y para los que no lo conocen, les
recomiendo empezar por Rushmore. No se van a decepcionar.
*Bruno es un
cinéfilo incurable. Hace poco descubrí su amor por los libros y me cayó la
ficha: este hombre ama las historias bien contadas.
Para escucharlo, no
se olviden de entrar a Radio Pandora, una radio digital en la que participa en
dos programas. Uno es Retorno a Babel y el otro Cómplices de la sala oscura. Como
si eso fuera poco, participa en el blog “El exceso exacto”, con cuentos y
poemas.
Tiene una visión personal sobre símbolos,
sobre actores y sobre muchos otros elementos. Siempre me interesa leerlo aunque
casi nunca pensemos igual y es que hay argumentos suyos contra los que uno
nunca puede luchar. Si todos pensáramos igual del cine, este blog sería tremendamente aburrido.
Excelente post.
ResponderEliminarEl nivel que estoy viendo en los comentaristas invitados me resulta grandiosamente intimidante... :S
jajajaja me hacés reír!!!
ResponderEliminarbesito, Luqui
Felicitaciones Bruno! Sabés que la ví, una noche, tarde, en DVD y no me llamó particularmente la atención. El cine de Wes Anderson, no me gusta en general (excepto "The darjeeling limited", que como amo India, me predispuse mejor a verla, supongo)pero después de leer tu punto de vista, prometo darle más oportunidades. Es lo bueno de este espacio, te da más material para pensar y te abre la cabeza. Gran post y voy a pasar por tu blog a verte entonces!
ResponderEliminarCierto Rodrigo! Yo tb la tuve que volver a ver para apreciarla mejor. Aunque ya van 3 o 4 creo, jaja. Eso ocurre con las buenas películas a mi criterio. Además, el cine de Anderson tiene esas cosas como "pistas" donde siempre descubrís algo nuevo. Hay tantos directores, tantas películas, tantos actores, tanto de todo, que fue difícil decidirse por una. Si no que te lo cuente Pato, jaja. Pero bueno, me esforcé en tratar de elegir alguna que no se tenga muy en cuenta a la hora de analizar el buen cine. Espero que logre que la vean o la vuelvan a ver. Saludos y gracias por comentar!
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