El cine es un espacio de identificación, de educación, de industria y de arte. Y todo eso, está dentro de este blog.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Rushmore, de Wes Anderson (Por Bruno Ferrari*)



Estas líneas que escribo son para darle justicia a una película que de alguna manera está siendo tenida en cuenta como un “nuevo clásico” del cine contemporáneo. A pesar de que uno escucha qué película es un clásico o cuál no lo es, en realidad, yo lo tomo por el lado más chabacano de la palabra. Rushmore es un clásico para mí porque no puede faltar en ninguna colección o no me canso de verla. Eso, a mi criterio, entra en mi propia categoría de “películas clásicas”.

Wes Anderson en dirección y coguionista junto a Owen Wilson (por extraño que suene, Owen no actúa en la película, y sacando ésta, participó en todas las películas de Anderson) nos traen una historia que tiene algo de iniciación hacia la madurez, la crisis de mediana edad, el duelo, las primeras experiencias románticas. En fin, un conjunto de experiencias y situaciones que más de uno se sentirá identificado. Con esta película, segundo opus detrás de Bottle Rocket, Wes Anderson confirmaba el rótulo de “promesa” como nuevo director, y que luego reafirmaría ésta situación con la no menos mayor Los Excéntricos Tenenbaums, con la cual nos planteaba una nueva forma de hacer cine mediante una comedia agridulce, sensible, dramática, que sería un modelo a seguir en el cine norteamericano en la década del 2000 hasta ahora.


Qué decir del argumento: un joven de 15 años de clase media baja e hijo de un barbero llamado Max Fischer (un brillante Jason Schwartzman debutando en un rol protagónico) asiste a la escuela privada Rushmore. En ella, no se destaca por ser un genio, nerd o geek, si no porque es amigo de todos, de los docentes, autoridades máximas de la escuela, el personal no docente inclusive. Hasta, incluso, de sus compañeros. ¿Cómo lo logra? Mediante una incontable cantidad de actividades extracurriculares, como ser el presidente del club de francés, el director técnico del club de lacrosse, el capitán del equipo de debate, director del coro, presidente de los apicultores de Rushmore, fundador del club de tiro de la escuela, entre tantas otras desopilantes actividades que él decide crear para alimentar y dejar todo por la escuela a la que asiste. En su escuela, conocerá a un “Padrino” académico, un millonario que brinda charlas y brinda donaciones monetarias a la institución. Este hombre es Herman Blume (Bill Murray, haciéndose armas en su nuevo perfil de hombre serio-sensible-inexpresivo-bonachón que tendrá su ápice en Perdidos en Tokio), el cual es un hombre casado y con dos hijos gemelos, y mientras la película avanza, vamos descubriendo a este enorme personaje secundario: por qué vive amargado, por qué ya no ama a su esposa, el por qué el odio hacia sus hijos.  Esto lo vemos plasmado en una escena memorable en la cual es el cumpleaños de sus dos hijos, y mientras su mujer coquetea con un hombre, Herman se entretiene tirando pelotas de golf a la piscina de su mansión. De repente, se dirige hacia el trampolín con un vaso de whisky. Luego de hacer fondo blanco con el mismo, y con un cigarrillo en la boca, procede a observar todo el cumpleaños desde la altura. Toda la gente lo mira. Y él decide tirarse al agua, y quedar en la profundidad de la piscina unos segundos, tal vez minutos. Ahí nos damos cuenta de su miserable vida. Y nos damos cuenta también del manejo de Anderson para desarrollar sus personajes. La importancia que tiene en sus películas. Y los entendemos, sufrimos con ellos, nos alegramos, nos divertimos. Nos pasa también cuando vemos por qué Max decide mentirle a todas las personas que conoce diciendo que su padre es neurocirujano, el por qué de su romance juvenil con la protagonista femenina: Rosemary Cruz (Olivia Williams), maestra de primer grado de Rushmore, de la cual Max queda profundamente flechado, al ver una cita de Jaques Cousteau en un libro de la biblioteca escrita por ella. Y nos resulta creíble lo que puede llegar a hacer un ser humano por amor. En este caso, un adolescente. ¿Y es que el amor, o lo que él cree que es amor, no es hacer lo imposible por ganarse a la persona que ama? ¿Y qué tal cuando ya consolidada la amistad entre Max y Blume, y los sentimientos hacia Rosemary se mezclan, y se debaten los principios de la amistad entre un joven y un adulto? El guión, las actuaciones, la dirección… todo funciona como un reloj suizo.


¿La banda sonora? Una constante en el cine de Anderson. Scorsese dijo que era su posible sucesor. Calculo que por la elección de los Rolling Stones en Rushmore y en toda su filmografía, tal vez un guiño hacia el director de Taxi Driver y Toro Salvaje. En ésta, como en el resto, se destaca la inclusión de The Kinks, John Lennon, Cat Stevens, The Faces, como también la composición original de Mark Mothersbaugh, integrante del grupo ochentoso Devo, y que participaría en las dos siguientes películas de Anderson.

Y con todo esto metido dentro del horno, solo falta nombrar una cosa: la influencia de J.D. Salinger en el cine de Anderson. Se nota más que nada en Los Excéntricos Tenenbaums (¿Cuántos los asociaron con la familia Glass?) y Wes es un devoto del que fue, en vida, un recluso a escribir luego de obras cumbres como El Cazador Oculto o Levantad, Carpinteros, la viga del tejado. Esto se nota a sobremanera en el personaje de Max Fischer, una especie de Holden Caufield harto de la clase alta, los ricos, de la cual convive en la escuela, pero que en el fondo se quiere diferenciar de ellos.

Cocinar a fuego lento. Esta película se deja ver y querer. Y pensar que fue estrenada en el año 1998 y recién ahora se está ganando el lugar que merece. Recomendada para los fanáticos de Anderson que no la vieron y para los que no lo conocen, les recomiendo empezar por Rushmore. No se van a decepcionar.

*Bruno es un cinéfilo incurable. Hace poco descubrí su amor por los libros y me cayó la ficha: este hombre ama las historias bien contadas.
Para escucharlo, no se olviden de entrar a Radio Pandora, una radio digital en la que participa en dos programas. Uno es Retorno a Babel y el otro Cómplices de la sala oscura. Como si eso fuera poco, participa en el blog “El exceso exacto”, con cuentos y poemas.
Tiene una visión personal sobre símbolos, sobre actores y sobre muchos otros elementos. Siempre me interesa leerlo aunque casi nunca pensemos igual y es que hay argumentos suyos contra los que uno nunca puede luchar. Si todos pensáramos igual del cine, este blog sería tremendamente aburrido.

4 comentarios:

  1. Excelente post.
    El nivel que estoy viendo en los comentaristas invitados me resulta grandiosamente intimidante... :S

    ResponderEliminar
  2. jajajaja me hacés reír!!!

    besito, Luqui

    ResponderEliminar
  3. Felicitaciones Bruno! Sabés que la ví, una noche, tarde, en DVD y no me llamó particularmente la atención. El cine de Wes Anderson, no me gusta en general (excepto "The darjeeling limited", que como amo India, me predispuse mejor a verla, supongo)pero después de leer tu punto de vista, prometo darle más oportunidades. Es lo bueno de este espacio, te da más material para pensar y te abre la cabeza. Gran post y voy a pasar por tu blog a verte entonces!

    ResponderEliminar
  4. Cierto Rodrigo! Yo tb la tuve que volver a ver para apreciarla mejor. Aunque ya van 3 o 4 creo, jaja. Eso ocurre con las buenas películas a mi criterio. Además, el cine de Anderson tiene esas cosas como "pistas" donde siempre descubrís algo nuevo. Hay tantos directores, tantas películas, tantos actores, tanto de todo, que fue difícil decidirse por una. Si no que te lo cuente Pato, jaja. Pero bueno, me esforcé en tratar de elegir alguna que no se tenga muy en cuenta a la hora de analizar el buen cine. Espero que logre que la vean o la vuelvan a ver. Saludos y gracias por comentar!

    ResponderEliminar