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miércoles, 13 de junio de 2012

Duplas inolvidables director - actor. Entrega VII: Robert Redford y Sydney Pollack




Esta semana arranqué con Los Grandes del Cine de Pollack y mientras avanzaba en el post, más cuenta me daba de lo mucho que me gusta su dupla con Redford. Muchos han criticado este vínculo porque decían que no permitió a Pollack desarrollar todo lo que pudo, pero creo que fueron más duros con Redford que con muchos otros infinitamente peores. 

A lo mejor no era el perfecto actor de método pero tenía un ángel y un encanto que creo que no muchos han tenido. Ni hablar de las posibilidades de Sydney. Ambos lograron papeles sutiles, sin necesidad de remarcar nada. Hasta parecían humanos. 

En esta dupla legendaria hay grandes obras y hay otras olvidables. Pero las grandes son tan enormes que hasta me hacen perdonarle lo que hicieron en otras. 

Propiedad condenada de 1966 es la primera vez que trabajan juntos. Es la tercera película de Pollack y se metió de lleno en una adaptación de una obra de Tennesse Williams hecha por Coppola. Redford interpreta a Owen, un empleado de las empresas ferroviarias que llega a un pueblo diminuto y se encuentra con una chica llamada Alva que tiene la capacidad de evadir la realidad. 

Prácticamente la madre la vende en orden de poder alquilar las habitaciones de la casa y que puedan mantenerse. No llega a ser una prostituta, pero no es una santa. El problema es que a él le importa mucho por un lado pero por otro no puede soportar todo lo que implica. 

Lo vemos como el hombre que se siente orgulloso de tener los pies sobre la tierra y que jura que nada lo afecta cuando en realidad siempre está a un paso de caer. Sus ideales románticos parecen frágiles siempre pero es porque no puede perdonarse amarla frente a todo lo que ya sabe de ella. 

Así es como se lo ve: un trabajador que no termina de importarle del todo lo que piensa el pueblo, pero sí lo que piensa él. Una serie de prejuicios, el asco que siente por su trabajo y por lo que ve todos los días se dejan ver como una insatisfacción constante, que descarga sobre ella ya sea como ideal de mujer amada o como razón de su caída. 

Si bien muchos criticaron el final, creo que es porque se distraen de lo esencialmente importante: acá no se trata sólo de cómo sufrieron Owen y Alva, sino que Willie está lista para repetir la historia. Además, está construida con una cierta cantidad de presagios que funcionan muy bien como el hecho de que los trenes, así como en otros casos se usa el puerto, es la chance de salir de ahí y de esa vida o que la propiedad condenada es la casa por un lado, pero termina convirtiéndose en Alva: ella no puede cambiar de dueño. 


En 1972 harían juntos Las Aventuras de Jeremiah Jonhson. Recordada por muchos como uno de los mejores westerns que existe, contamos con un Redford silencioso, con pocos gestos y toda esa montaña de la que vivir. 

Por momentos el film parece tratarse simplemente de una aventura, de todo el mundo que queda atrás, pero cuando el pasado lo alcanza y entendemos por qué se fue, termina siendo casi un canto de guerra. 

Siguiendo el estilo de su época, tiene un estilo directo y seco. Acá hasta el héroe es poco heroico y es más bien un resultado de situaciones, no es que él haya buscado necesariamente ser un héroe. 

Podemos ver dos claros momentos en el film que tienen que ver primero con conocer el entorno y la naturaleza y después cuando se trata de entablar relaciones dentro de ese entorno. Mientras tanto, la barba no para de crecer. 

Sinceramente, una de las mejores películas de ambos. No puedo ni intentar ser objetiva con ella. La fotografía es para perder el habla. Realmente muy, muy buena. 


En 1973 llega Nuestros años felices. El Hubbell que interpreta acá está dividido por lo que ella ve y por lo que realmente él era. No es que fuera malo pero era cómodo y creía más bien en refugiarse en tierras conocidas que en conquistar el mundo. 

Ella, sin embargo, lo quería todo y creía que él era parte de ese todo. Si bien el final es inevitable y está tan tachado de nostalgia, no podemos evitar conmovernos frente a esta pobre pareja que intentó construir algo y se le fue de las manos. 

Hubbell, según Redford, es encantador. Nadie puede ser inmune a él, pero es un ser sensible y dispuesto a perdonar a todo el mundo con tal de vivir en paz. El tema es que nada puede ser paz con Katie y hasta entonces Hubbell busca la salida más sencilla: la engaña para que ella lo deje. Y es que nada podía funcionar así. Pero no te da la garantía de que no vayas a extrañar lo que fueron por mucho tiempo más. 

En 1975 llegaba Los Tres Días del Cóndor. En este caso un pobre agente que lo máximo que hacía era revisar unos escritos, se ve envuelto en una intriga en la que todo el mundo parece más fuerte que él. Pero eso no es todo: mientras se convierte en una cacería del gato y ratón, él secuestra a una chica con la que tendrá un romance y es que nada será tan sencillo para Joseph. 

El thriller funciona muy bien, pero sobre todo es esa estructura en forma de espiral que parece asfixiar a los personajes y que, al mismo tiempo, muestra la capacidad que tienen para generar un vínculo. 

En el 79 participarían juntos de nuevo en El Jinete Eléctrico. No es un gran film pero Redford está genial en este tipo que fue una estrella de los rodeos hace siglos y que ahora se anda escondiendo en el fondo de una botella. 

Todos los elementos tienen tintes de romcom aunque no llegan a serlo pero se convierte en un drama intimista sin necesidad de tener esas ideas trascendentales. Es solo gente que se encuentra cuando no quería encontrar a nadie. Esto está apoyado por un guión que parece salir de lo cotidiano y no de estar orquestado. 

Lo mejor de todo: vender todos sus valores al servicio de un caballo. No me van a decir que eso no tiene su gracia. 


En 1985 hicieron una película que casi la puedo recitar de memoria. África mía/Memorias de África presenta a Redford como ese cazador británico indomable, que ella amaba con toda su alma y hubiera amado poseer, pero él no se manejaba de la misma forma. 

Un guión épico que cuenta con la voz y el relato más suave de Meryl Streep y que casi podemos entender su pasión por él como esa figura ideal de todo lo que añoramos desde chicas y los príncipes azules. 

Amo su interpretación de Denys y amo profundamente esta película. 

En 1990 tendrían su última y la peor participación. Habana llega para poner punto final a las participaciones. 

Inspirada un poco en Casablanca donde ella lo deja porque un marido que pensaba muerto de repente está vivo, la película se cae por momentos en los que lo único que parece sostenerla es Redford. 

Así como en Casablanca, el contexto casi pasa desapercibido. Y así como en Casablanca, el cínico es el más romántico y el más involucrado al final. 

Con el dejo melancólico de todos los dramas románticos, la verdad es que promete más de lo que termina siendo porque todos sentimos que la vimos miles de veces antes.

De todas maneras, un Redford para enamorar.

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