Allá
por el 2008 el mundo conoció a McQueen cuando ganó un premio por su ópera prima
y destacó a su actor principal. Michael Fassbender luchó con uñas y dientes por
defender un tema denso como era el de Hunger y, así, finalmente pasar de sus
publicidades de Guiness y papeles en mini series como Band of Brothers o la muy
olvidable Hex a estar en un radar. Pero, cosas del destino, terminó siendo
reconocido en el 2011 con su interpretación de Magneto en X-Men First Class.
McQueen
es un director cuestionado por su crudeza y, por lo que yo llamo, su
visceralidad. Porque nadie puede ser inmune frente a su cine que presenta esas
historias descarnadas con un uso de la cámara que deja helados a más de uno.
Pero con tres películas logra dejar su huella y, su actor fetiche, que se ha
hecho un nombre, responde como nadie a estos fines.
Hunger
(2008)
Sin
duda, mi favorita de esta dupla. Cuenta la historia de Bobby Sands, quien
inició una huelga de hambre en la cárcel en la que falleció en el 81. Su lucha
tenía que ver con que los prisioneros del IRA fueran reconocidos con estatus
político y, así, se valide su lucha. Sim embargo, el gobierno los rotulaba como
terroristas.
Lo
que me parece muy valioso del film es que demuestra la lucha por sobre el
personaje, dotándolo de un contexto y de un grupo de gente, de manera que no
aparece como un mero caudillo idealizado. Sands aparece como una figura
poderosa y llena de ira, pero lo vemos a través de un prisionero que acaba de
ingresar a prisión. Sólo cuando ya llevamos más de media hora lo escuchamos
hablar en una secuencia de 23 minutos, de los cuales 17 son plano fijo y sin
cortes de él manteniendo una discusión con un cura que intenta persuadirlo de
la huelga de hambre alegando el suicidio que implica. Pero en este momento
conocemos su pasión, el ideal que lo mueve, que va más allá de su nombre sino
el del hombre que hace lo que sabe que tiene que hacer. Y en eso se resigna a
sí mismo.
El
deterioro físico, que podemos ver en la pérdida de peso del actor que es casi
lastimosa, se combina no sólo con una maestría para esos planos con poquísima
profundidad de campo que son opresivas, sino con esa agonía del personaje que
no esconde su ferocidad.
Una
película dura, durísima, pero que salta la pantalla por esa dualidad en la que
vemos que tanto policías como presos, tanto familiares como curas, son víctimas
y victimarios. Un hombre que tiene hambre de cambiar el mundo…y
desgraciadamente se muere de hambre.
Shame
(2011)
Otra
vez con un enfoque particular y provocador, se embarca McQueen en esta historia
de un adicto al sexo. Si bien es una película con menos gusto colectivo que la
anterior (y tiene lógica, considerando la naturaleza de su adicción), puede
sostenerse nuevamente por las sugerencias y por el ambiente que se crea.
Fassbender
interpreta a Brandon, este hombre exitoso que aparentemente lo tiene todo, pero
lo que no tiene es un verdadero lazo con el mundo exterior. Tanto es así, que
puede mantener relaciones sexuales con cualquier mujer, menos con aquella que
le interesa efectivamente. Y, como a todo adicto, esto se le presenta como una
agonía tal que ni siquiera puede tolerar toda su jornada laboral sin ir al baño
a masturbarse.
Su
pulsión a ser acallada es tal que por momentos se nos sugieren violentas
violaciones que no llegan, persecuciones predatorias por trenes y un incesto
planteado desde la fragilidad y autodestrucción de ella y la voracidad de él.
Michael
logra atravesar la pantalla con esta cuestión contenida, este deseo casi
insoportable y el desgaste de morir a cada orgasmo que pasa como una evasión y
como una posesión que lo destruye.
12
años de esclavitud (2013)
La
más floja como película, a mi gusto, de las que competen a esta entrega, es una
adaptación de una novela autobiográfica de Solomon Northup y que enfoca un
aspecto poco explotado en el cine de la esclavitud y es aquellos ciudadanos
libres que fueron secuestrados y vendidos como esclavos.
Hay
varias cosas para discutirle, como ser que en determinado momento hay una
naturalización no sólo de la violencia sino de la esclavitud misma, pero si
hablamos de la dupla con este actor, podemos decir que no nos ha decepcionado.
Fassbender interpreta a Edwin Epps, un violento dueño de una plantación de
algodón que detesta todo lo que Solomon representa, no sólo por creerlo
inferior sino por darse cuenta de que él tiene cierto hambre de vida a la que
no puede concebir que acceda.
Es
por esto que se presenta como este hombre iracundo pero, sobre todo, como este
hombre ignorante, fácilmente manejable por miedos, supersticiones y demás que
se transforma en una fiera frente a nuestros ojos, que está obsesionado con una
esclava y atormentado por su propia humanidad. Una construcción poderosa que,
muchas veces, salva el film.
Mientras,
injustamente, 12 years a slave sigue cosechando premios, ¿Cuál es tu favorita
de esta dupla?
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