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sábado, 9 de enero de 2016

Asesinos por naturaleza, de Oliver Stone


Basada en una historia original de Quentin Tarantino, la película cuenta las andanzas de Mickey y Mallory, dos amantes que se convierten en asesinos seriales. Con un estilo absolutamente posmoderno en donde se hace por un lado una fuerte crítica a los medios de comunicación en su tratativa frente a algunos temas y, por otro, se hace un caleidoscopio de recursos y lenguajes que conviven que es imposible pasarla por alto.

Cuando conocemos a esta pareja, vemos la pasión irrefrenable que sienten el uno por el otro, pero, además, Mallory provoca sin tapujos a otros presentes en lo que pensamos que va a ser un escándalo de celos pero en realidad se transforma en la excusa de ellos para iniciar sus matanzas para luego dejar un sobreviviente con la misión de contar la historia a los medios.


Mientras ellos riegan de sangre y violencia desmedida la vida de los que se cruzan en su ruta, los medios de comunicación cuentan sus historias con un dejo novelezco que hasta provoca que tengan fans que cuestionen a la justicia por ponerlos tras las rejas. Pero una de las mejores cosas que tiene la dirección de esta película es el hecho de poder armarte momentos y matices en los que los ves como a esos adolescentes buscando su lugar en el mundo y qué les pertenece, podemos verla hermosa y frágil y al instante Mallory está arrancando y arañando la vida de alguien más y Mickey tiene esa dualidad por la que le teme y la adora al mismo tiempo.

Robert Downey Junior completa este trío como la personalidad de la TV  que produce, escribe, dirige, edita y está frente a cámara como el entrevistador que hace de abogado del diablo y no se entiende si quiere condenar a Mickey, endiosarlo o sólo llenarse la billetera. El motín es lo que se lleva.


Otros recursos monumentales como presentar con estética y sonidos de sitcom televisiva a una escena familiar tétrica, o que el hermano de Mallory se libere maquillado como el personaje principal de La Naranja Mecánica, o, inclusive que cuando hace Mallory una visita a Mickey en la cárcel, su momento de angustia y romance sea mientras ella lo está masturbando, hacen de este viaje uno de los más eclécticos, retorcidos y, aún así, romántico.


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