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miércoles, 24 de junio de 2015

Duplas inolvidables director – actor. Entrega XXI: Don Siegel y Clint Eastwood


Donald Siegel marcó la vuelta de la carrera de Eastwood del Spaghetti Western al Lejano Oeste Americano. Él, que había sido reconocido por su buena apariencia y su rudeza, estaría el resto de su vida luchando contra el prejucio general de que el tipo no sabía actuar. Y se intentaría sacar un poco de encima la idea de que era un revolucionario si lo miraban los conservadores y un fascista si lo miraba un revolucionario cuando las ideas de Siegel estaban mucho más presentes que las del propio Eastwood.


Una de las grandes características del cuerpo de trabajo de este director es, a criterio personal, el ansia de marcar la diferencia y la singularidad cuando la verdad es que termina utilizando espacios y recursos muy de su época, que se terminan apoyando en la gracia del gran actor que eligió y de los grandes guiones que le han sido asignados.

La jungla humana (1969)



Primera película que hicieron juntos, donde Eastwoood es Coogan, un Alguacil que es arrastrado desde su Arizona hasta las calles de Nueva York persiguiendo a fugitivos. Como siempre, es el tipo que trabaja solo, que no es de muchas palabras pero sí de mucho encanto y de gran distancia con el resto de los seres humanos. Aparentemente apático, es un cínico absoluto, cuestión que le veía de perillas a Clint ya que era llevar el oeste a los rascacielos.

El resultado de esta dupla es mostrar más que nada el magnetismo del actor y una forma de adaptar el género a nuevos espacios. Es un guión muy pro de la mano dura y de la manera de imponer el orden en una sociedad que está perdida, mientas Coogan no puede más que revelarse contra la burocracia y la falta de códigos.

Lo más interesante es que te presentan al personaje ganando en astucia al fugitivo, pero porque tienen una lógica similar, donde el gato y el ratón son parte de la misma mugre, no de una distancia pulcra. A medida que avanza el film, finalmente se encontrará con un rival que le entusiasma perseguir. Puede enojarse, puede detestarlo, pero por fin lo sacan de su cinismo habitual para enfrentarlo con alguien a quien vale la pena enfrentar.

Dos mulas para la hermana Sara (1970)


Respetando a la época en la que fue filmada, la película hace una gala tremenda del posmodernismo y usa lo que sabemos del género, con tanto sentido del humor, que no hay chances de no encontrarle atractivo.

Si el western dice que la mujer solo puede ser o la monja o la prostituta, acá con sus geniales dotes de comedia, Shirley McLain será ambas. Si el pistolero sólo puede ser un aprovechado con sus propios códigos, un poco ácido y demás, Clint será el más estereotipado. Cuando nada les sale bien, uno no puede menos que descostillarse de risa.

Siegel acá se basó tanto en la estética Spaghetti Western que hasta la música es de Morricone, llevando de nuevo a Eastwood a terrenos conocidos. Es, probablemente, la más liviana que han hecho juntos y está pensada para lucirla a Shirley y ponerlo a él en un entorno que atrajera a la taquilla.

El seductor (1971)


Un film particularmente setentoso, donde el uso del zoom permitía los planos casi televisivos, donde el humor se transforma en un thriller tenso y atrapante. Eastwood interpreta al soldado McB, de la unión que es herido cerca de un colegio para señoritas en el sur. El pequeño detalle es que él decide pasarla bien, con lo cual intenta seducir a cada una de las mujeres de la casa, develando incestos, violaciones y secretos de lo más oscuros sin ni un poco de pudor frente a todo el disfrute que le presentaba a estas mujeres.

Si bien retrata a un momento social en el que se reprimía a la mujer, aquí todo el tiempo el reprimido es él y es quizás la más interesante en cuanto a encuadre, musicalización y relato. Aquí de verdad se lucen las dotes de montajista de Siegel haciendo planos cada vez más cerrados y asfixiantes aún cuando el personaje de John en apariencia tiene las riendas. Todo el tiempo frágil y a punto de caer, Clint Eastwood hace gala de toda su seducción y los resultados lo dejan a uno tan tieso como él.

Dirty Harry (1971)


Una de las más famosas colaboraciones de esta dupla, Harry Callahan es un inspector de San Francisco a quien conocemos después de que un francotirador asesinara a una chica y el asesino quisiera recibir notoriedad a través de los medios y extorsiones.

Además de algunas decisiones interesantísimas como el uso de la cámara subjetiva en el primer asesinato, el énfasis en las luces de neón de la ciudad de noche no sólo para demostrar la soledad del personaje, el asco que le genera el resto de la sociedad sino también que es un adicto al trabajo casi insomne. Prácticamente maneja su Ford y usa una placa pero está a pasitos de manejar un Taxi de Scorsese.

Tanto él como policía como el asesino en la piel de Scorpio son una caricatura de sí mismos: el psicópata es muy psicópata y el duro es muy duro. Lo más interesante es que presenta a una ciudad anómica en la cual sólo puede sobrevivir el detective anómico. Menos se pregunta y más se ejecuta. El sistema sólo lo hace lento (si hasta sale a comer un pancho y detecta que van a robar un banco sobre el almuerzo y los refuerzos no llegan jamás) y burocrático, donde la ley vuelve a soltar a un hombre que no puede parar.

Pero Harry no es heroico: tiene la mueca de asco plantada en el labio superior y el director lo plasma con el seguimiento de la cámara subjetiva desde unos largavistas, hasta la mirada penetrante contra el abogado criminalista. 
Toda la actuación de Eastwood es impecable, pero el broche de oro es su propio desdén al final sobre la misma institución que él representa. El descontento perpetuo. “No sería miembro de un club que me aceptara como miembro”.

Fuga de Alcatraz (1979)


La mejor de todas las que ha hecho esta dupla, que tiene un gran trabajo de tensión y espacio, siendo un thriller hecho y derecho y, además, no en estudio, sino efectivamente en la mítica cárcel.

Un thriller clásico en el que no intenta innovar, sino demostrar la fuerza de la historia, basándose en un casting sólido y un inmejorable escenario.

Eastwood es Morris, un preso que no tiene a nadie en el mundo, pero que no puede tolerar la vida entre rejas. No presenta ningún abuso más que del Alguacil, aunque nunca contra él, sino contra terceros más débiles que él siente la necesidad de defender.

Clint no solo se fugó de Alcatraz como Morris, sino también se fugó de una dupla en su mejor momento. 

Mi favorita de esta dupla: Fuga de Alcatraz. ¿La de ustedes?