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lunes, 14 de marzo de 2011

All that jazz, de Bob Fosse


Si algo caracteriza a la obra de Bob Fosse es una forma de mirar la vida que es un poco cínica y un poco sádica. Esta película no se trata de cualquier vida, si no la de él mismo, entre las tablas, las cintas de celuloide y las mujeres, mientras todo se subordina a la imagen que tiene de sí mismo como absoluto creador.


En este film Joe se está muriendo y para contarte esto tienen “una muletilla visual” en la que toma pastillas, se pone unas gotas en los ojos, se toma un brebaje esfervescente, se ducha y dice con una mueca frente al espejo que es “la hora del show”. A medida que el film avanza, vemos esta misma seguidilla de rituales desde distintos ángulos y siempre mientras Joe tiene el cigarrillo colgando en la comisura de la boca. Para completar la imagen, tiene conversaciones imaginarias con una mujer que es un ángel de la muerte o, como mínimo, la figura femenina de sí mismo ya que es a la única que le profesa un respeto y amor equivalentes a sí mismo. Un retrato de ego que se come a su portador.


Lo atractivo del film no es solo él, si no la cantidad de situaciones que se desarrollan, como el ojo del director hace que la charla más parecida a padre – hija que hay en casi toda la película sea en las tablas, en un ensayo, mientras ella plantea dudas existenciales y él corrige la postura de su hija, como el hecho de que toda catarsis se hace frente a un espejo, porque no importa si es en el teatro, en el set o en la casa, todo parece montado. Se convierte en un hombre que cortó lazos con el resto de la humanidad y no quiere retomarlos. 


Este musical vuelve a explotar la idea del número musical grotesco y que apunta a relatar lo que está pasando realmente con las personas del showbussines, pero es más despiadada que Cabaret, sobre todo porque lo que cierra el número final es el cierre de una bolsa de plástico…vale la pena.

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