El cine es un espacio de identificación, de educación, de industria y de arte. Y todo eso, está dentro de este blog.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Ciudad de Dios, de Fernando Meirelles



De los cines iberoamericanos, el brasilero es el único capaz de sostenerse comercialmente con su taquilla. Cuando supe esto por primera vez, pensé automáticamente en las megaproducciones que hacen para una telenovela y sí, tenía sentido. De todas formas, no estaba lista para encontrarme con un film como este.

Me gusta porque sabe relatar en una medida razonable un hecho así de violento y no caer en lo obvio. Me gusta porque no hay ni más ni menos violencia de la que tendría que haber y porque salgo de verla y siento que vi una porción de la realidad y no una historia precalentada para que yo la pueda digerir mejor.

El film cuenta como un proyecto para dar hogar a la gente terminó siendo una comunidad por derecho propio, regida por sus leyes y normas y termina creando un círculo vicioso (que de a poco se convierte en un anillo de fuerza) en el que las actividades delictivas parecen ser la única respuesta. El impacto es más duro todavía porque el relator es un chico que ha crecido allí y el espectador puede ver a través de sus ojos esta realidad a la que es expuesto. El problema es que ellos se someten a otro chico que aún no ha alcanzado la mayoría de edad. 


Como en gran parte de las situaciones extremas, los niños son privados de su infancia.

Si bien la película está planteada como si fuera de acción, por momentos con partes de thriller y algo de romance, inclusive, es importante cómo el director intenta plagar de imágenes violentas el film y uno logra digerirlas sin recordarla como tan violenta. ¿No será que todos somos en parte ciudadanos de la Ciudad de Dios?

La película está basada en una novela del mismo nombre y el director buscó ayuda y consejos de Katia Lund, quien es una documentalista de favelas. Así, el espectador es tan testigo como el personaje ya que en muchas ocasiones las imágenes se mezclan en pantalla, los sonidos corresponden a cosas fuera de campo y la cámara el hombro prima en la mayor parte del largometraje, lo que la hace visualmente atractiva y ayuda a lo que antes decía sobre su “digestión."

Tal como la novela, la película está dividida en tres partes que luego se hilan mediante recursos como el flashback y, claro, elipsis temporales que permiten unir estas tres décadas que traspasan esta historia. Por un lado, la etapa inicial de los 60s y la formación de las favelas, por otro el nacimiento de las bandas que conviven en los 70s y diez años más tarde llega este desajuste entre vida y muerte y entre destino y deseo. Queda esa sensación de ver que un chico deja de ser chico, que se convierte en un asesino o en un ladrón. Y que sea lo que Dios mande en su ciudad...

No hay comentarios:

Publicar un comentario