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lunes, 20 de diciembre de 2010

El señor de los anillos, de Peter Jackson



Probablemente, una de las mejores sagas literarias de la historia y, sin lugar a dudas, su trayecto a la pantalla fue la responsable de haber vuelto a traer a colación la idea de las sagas. Económicamente es comprensible, ya que una entrega publicita a la otra y una vez que se consigue un público adepto, seguirá la historia hasta donde llegue. Mientras que cuando era chica escuchaba todo el tiempo “las segundas partes son malas” ya que era sólo el resultado de que la primera había tenido mucho éxito, esta producción tuvo la arrogancia de terminar de tirar por la borda a este concepto y presentar un extenso y bien logrado film en tres partes. Quedaba así solucionado en parte el problema de la continuidad de actores o de escenarios y es que sólo el amor de un fanático de la historia podía lograr una adaptación tan bien hecha. Peter Jackson, el maestro de orquesta, lo logró.



Maqueta de La Ciudad Blanca de Gondor
Si bien no estoy segura de que sea correcto llamarla épica ya que es fantasía con toques de ciencia ficción, este relato tan bien trazado es un poema a la amistad, a la lucha por la paz y al derecho de vivir. En un escenario medieval, basado en la cartografía que el mismo Tolkien creó para los libros, las batallas logran recrear tácticas y estrategias, valiéndose de la magia digital y de la naturaleza de Nueva Zelanda. No puede dejarse de lado la inmensa música que ayuda a poner en contexto todo lo magnífico de pelear por quedarse en un espacio, por llamarlo propio, por poder salvar lo que se cree bueno y necesario de este mundo (¿Cómo, no vivimos en la Tierra Media?). 


La Ciudad Blanca en el film
Utilizando a un papel principal con bastante poca gracia (Elija Wood, no Frodo) logra evocar un poco a la idea del western ya que posee una capacidad de renuncia infinita por creer que su sacrificio logrará “un bien mayor” y por lo otro, a la teoría del caos de Einstein en la que lo más mínimo, hasta el aleteo de una mariposa, puede cambiar el curso del universo. El Hobbit puede ser lo más pequeño, pero su tenacidad no lo es. A lo largo de toda la saga literaria, los Hobbits serán los más subestimados en todas las razas, pero los que siempre estén generando el cambio.

Así es como en su lucha por defender lo que conocen y aman, esta comunidad del anillo se une, fracasa pero sabe aprender de sus errores. Como casi todas las películas que tratan  de crisis y guerra, logra retratar a lo mejor y a lo peor de las personas (aunque sean de otras “razas”, los enanos, elfos y magos tienen mucho de humanos), por lo que los valores parecen potenciarse y encuentran el momento justo para gritar “muerte” empuñando espadas y ponerte la piel de gallina.


Hasta se puede traer a colación la soberbia presente en todo ser humano cuando crea vida, ya que los orcos eran el resultado de barro y hechizos, como nosotros. Por ahora sólo se me ocurre relacionarlo con el ejército de clones de Star Wars pero si algún día se rebelan podrían ser Blade Runner o 2001: Odisea en el espacio.

¡Gracias, oh Gran Jackson! Pero sobre todo, eternamente agradecidos a Tolkien por darnos el pasaporte a la Tierra Media. Hablen "amigo" y pasen.

2 comentarios:

  1. Por qué comparar 2001(los humanos, supongo..) con los orcos del Señor de los anillos?

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    1. No es necesaria la comparación, claramente. Ni quiera es una comparación, lo que digo es que la lógica puede ser parecida si se lo mira desde ese punto, porque las historias repiten lugares comunes.

      Saludos y gracias por comentar

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