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miércoles, 8 de diciembre de 2010

Tiempo de revancha, de Adolfo Aristarain


Lo que me gusta de esta película es que abandona la tipología o el tipo de historias en las que se enfocan los films nacionales cuando la dictadura es el contexto. Si bien el director dijo que el foco no está dado en los militares si no en un pueblo que estaba muerto de miedo y de cómo algunos aprovechaban ese miedo, uno no puede evitar pensar en la dictadura cuando la ve. Está presente todo el tiempo, tatuada en la memoria.

El planteo inicial viene de un ex sindicalista, que ha sabido trabajar toda su vida, pero sin embargo es un hombre sin mayores lujos en su vida.  Presentan al laburante por excelencia, que se mete en una idea de engañar a la empresa corrupta para la que trabaja y, en el intento, un secuaz se muere. Así es como finge quedarse mudo para que le paguen una indemnización ya que esto sucedió en el trabajo y así es como de repente se ve en una telaraña de espías, como si la empresa fuera “El Gran Hermano” de 1984.

Si bien Aristarain tiene una filmografía llena de personajes soñadores y que retratan el pensamiento del actor, creo que pocos se han quedado tan marcados como el de Pedro Bengoa, sobre todo porque significaba la vuelta de Luppi a Argentina después de estar exiliado cuando prohibieron “La Patagonia Rebelde” y a muchos artistas en el último proceso.

La película, así, se transforma en una historia que crea el clima de un momento histórico delicado y el terror, la tensión, la persecusión, hacen cada espacio mucho más vívido. Muy buena interpretación de Luppi, de quien disto de ser fan, y un guión realmente memorable.


Marca un antes y un después, porque lo fue. Porque la gente podía volver a expresarse ya que no hay censura ni mal que duren mil años y no hay proceso que no se caiga por sí solo.

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